Con el cambio climático como realidad ineludible, con el aumento de temperaturas, las sequías y golpes de calor asociados, hemos tenido que repensar toda la filosofía en vid. Nada es para siempre: Marcos de plantación más anchos se imponen, portainjertos más resistentes a la sequía, reubicación de las variedades en otros contextos, pasar del emparrado al vaso en algunas variedades. Veremos cómo va. Es un reto incierto.
El abonado, lo justo y necesario, tiene la función de activar la vida de nuestras tierras e intentar que cada cepa encuentre su equilibrio con el lugar donde arraiga. La cepa, con su propio esfuerzo por conseguir agua y nutrientes nos proporciona una uva con carácter, expresión y equilibrio propios.
La forma de trabajar los viñedos, es pues personalizada y sensible y como resultado obtenemos una uva con un equilibrio natural.